Firma invitada: La violencia armada y los feminicidios en casa en México
Por Estefanía Vela y Adriana E. Ortega
Directora Ejecutiva y Coordinadora del Área de Datos de Intersecta
Durante décadas, el movimiento feminista en México ha realizado esfuerzos para que las políticas estatales sirvan para reconocer, contener y reducir la violencia machista que afecta a las mujeres todos los días. Como resultado, ha logrado una variedad de medidas: desde que se expulse del Derecho la idea de que la violación dentro del matrimonio se trataba del ejercicio de un derecho —postura abandonada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación apenas en el 2005—,hasta que las leyes reconozcan la variedad de formas de violencia que una mujer puede vivir en un sistema de relaciones patriarcales.
En estas transformaciones, el foco ha recaído sobre la violencia en la pareja, particularmente aquella que culmina en un feminicidio. Dicha violencia ha mutado en tiempos recientes y, más allá de su exacerbación, ha aparecido una cuestión clave que no ha sido atendida debidamente por las políticas que dicen garantizar las vidas de las mujeres: el arma de fuego.
Los datos de las últimas tres décadas sobre homicidios dolosos en México nos relatan cómo la violencia se ha ido incrementando y transformado. Por un lado, muestran que, a lo largo de los años 1990 y hasta el 2007, la tasa de este tipo de eventos se había ido reduciendo. Sin embargo, tras la llegada de Felipe Calderón Hinojosa a la presidencia del país y su implementación de una serie de medidas de seguridad encaminadas a “combatir” el crimen organizado y el consumo de drogas —incluyendo la intensificación de la militarización de las calles—, los niveles de violencia comenzaron a escalar dramáticamente. Tan solo de 2007 a 2011, los homicidios prácticamente se triplicaron, pasando de 8.1 a 23.6 por cada 100 mil personas en el país.
Sin embargo, la violencia homicida no solamente aumentó —tanto para los hombres, como para las mujeres—. Particularmente para estas últimas se reconfiguró el modo en que se perpetran las agresiones. De forma específica, los asesinatos de mujeres que suceden en su vivienda, previo a 2007, se cometían comúnmente por medio de fuerza física (asfixia) o con algún arma blanca. En 2010, a la par del aumento de la violencia generalizada, la tasa de mujeres que morían por un arma de fuego dentro de sus hogares aumentó en un 150%. Los datos más recientes, de 2020, indican que la mayor parte de los asesinatos de mujeres en México se llevan a cabo a mano armada: seis de cada diez de las asesinadas pierden la vida de esta manera. Tratándose de los asesinatos en casa, el 45% son asesinadas de esta manera.
Tendencias a partir de la pandemia
Un fenómeno reciente que ha puesto en tela de juicio a las políticas públicas —o la falta de las mismas— enfocadas en la prevención de la violencia doméstica y del feminicidio, fue el periodo de confinamiento por Covid-19. Durante este tiempo se incrementaron las denuncias por violencia familiar, las llamadas de auxilio, así como las solicitudes de asilo en refugios especializados para mujeres víctimas de violencia. De forma específica, los registros del sistema 911 señalan que hubo un total de 961,776 llamadas detonadas por situaciones de violencia familiar y violencia de pareja en 2020; un incremento considerable al compararlo con las 686,146 recibidas en 2019. En 2020, cada hora se recibían alrededor de 110 llamadas a nivel nacional por estos motivos.
En relación con el 2020, la información sobre homicidios también nos muestra un cambio que puede haberse originado por las dinámicas adoptadas durante el aislamiento. En general, los homicidios bajaron, tanto para hombres como mujeres, especialmente los que suceden en las calles. Sin embargo, los homicidios con armas de fuego se incrementaron contra las mujeres.
En el caso de los asesinatos de mujeres a mano armada que sucedieron en la vía pública, los datos de 2020 muestran que hubo una reducción del 9% en la tasa por cada 100.000, en comparación con el año anterior. Sin embargo, aquellos que tuvieron lugar dentro del hogar, aumentaron en un 6%. Esta tendencia se exacerba en entidades como Michoacán, en donde en este mismo marco temporal, la tasa de asesinatos de mujeres aumentó en un 22.9%; tratándose de aquellos cometidos en la vivienda con un arma de fuego, este incremento fue del 65%.[1]
¿Qué es lo que no está pasando en México para controlar esta situación? No podemos negar que la creciente disponibilidad de armas ha abonado a la letalidad de la violencia que se vive dentro de los hogares. Una estimación de la Secretaría de Relaciones Exteriores señala que actualmente hay 16 millones de armas circulando a nivel nacional. Esto implica que alrededor de cuatro de cada diez hogares podría tener acceso a alguno de estos artefactos. Si bien México tiene una de las políticas —en papel— más restrictivas en cuanto a adquisición, posesión y portación de armas, en la práctica se estima que alrededor de 90% se adquirieron de manera ilegal.
Desde la organización Intersecta creemos que, al ser un tema que atraviesa la realidad de miles de mujeres y niñas cada día, urge abordarlo desde medidas y políticas que limiten efectivamente la posesión de armas de fuego, activar medidas cautelares oportunas para las mujeres y sus familias que viven dentro de estos contextos, así como crear estrategias de seguridad que abonen a la paz de las comunidades sin recurrir a la militarización.
[1] Cabe señalar que, tanto a nivel nacional, como local, los cambios registrados en los asesinatos de mujeres son mayores que en el caso de los hombres, al tratarse de aquellos que sucedieron en el hogar con un arma de fuego.