10.09.2025

TikTok: dominio criminal

Lo que está en juego es una disputa cultural por la juventud. Necesitamos políticas públicas que hablen su lenguaje, proyectos comunitarios que ofrezcan identidad y espacios en los que las y los jóvenes puedan ser parte de algo fuera de la violencia.

Por Sergio Aguayo y Gerardo Arroyo

TikTok es algo más que bailes, retos virales o humor ligero. En México, los cárteles lo usan para reclutar sicarios y captar mujeres jóvenes para redes de prostitución. Investigaciones hechas en el Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México muestran que el crimen organizado se mueve con soltura en el ecosistema digital.

En abril de 2025 difundimos, en alianza con el Civic A.I Lab de la Universidad Northeastern de Boston, el estudio Nuevas fronteras en el reclutamiento digital. Estrategias de reclutamiento del crimen organizado. Organizamos el estudio sobre dos pilares metodológicos rigurosos. Primero, una etnografía digital que nos permitió identificar hashtags, canciones y símbolos recurrentes utilizados por cuentas aparentemente relacionadas a algún tipo de actividad criminal. Después, un análisis cuantitativo con el cual medimos interacciones y patrones de comportamiento. Confirmamos la intuición: casi la mitad de los perfiles observados estaban dedicados al reclutamiento explícito y otro 30% funcionaba como propaganda criminal.

Identificamos cuentas que ofrecían falsos empleos con la promesa de paga y hospedaje; perfiles que invitaban a “trabajar para la maña” (maña: forma coloquial de referirse a los carteles); videos dirigidos específicamente a migrantes, madres solteras, adolescentes y niños. El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) es, sin duda, el que más explota esta plataforma, aunque también detectamos actividad sistémica del Cártel de Sinaloa (CDS) y del Cártel del Noreste (CDN), entre otros.

Los detalles parecen insignificantes, pero son profundamente reveladores. Un emoji de gallo de pelea para referirse a Nemesio Oseguera, el Mencho líder del CJNG; una pizza para hablar de la facción “Chapizza” del CDS; y narcocorridos transformados en himnos de iniciación e identidad. Cada símbolo traslada a un mundo paralelo en el cual la violencia es la clave para pertenecer, tener éxito, ser hombre, hacerse mujer moderna o encontrar cariños inexistentes.

Lo novedoso no es el contenido violento (eso lleva décadas en canciones, películas y noticieros), sino la forma en que se empaqueta en formatos breves, atractivos, cercanos, empapados en los códigos de la cultura digital juvenil. Los cárteles entendieron que un reto viral es más eficaz que una perorata principista con los adolescentes buscando rumbo. La delincuencia se desliza por un terreno resbaladizo: abren y cierran cuentas, cambian códigos, multiplican videos con una velocidad vertiginosa desafiando cualquier tipo de regulación actual. Entendimos que para entenderlos debíamos partir de que el campo digital está en reinvención perpetua.

El estudio sobre TikTok tuvo un profundo impacto mediático en México y llamó la atención de la comunidad de especialistas en otros países. No era para menos. El aparato federal mexicano acababa de anunciar que había detectado 39 cuentas en varias plataformas, el Seminario había identificado 100 cuentas TikTok solamente. 

Como el Seminario hace investigación para contener a los violentos y dar instrumentos a los pacíficos, llegamos a la añeja y perenne pregunta ¿qué hacer? El impulso inicial fue dirigir la mirada hacia las grandes compañías tecnológicas. En ellas encontramos un patrón de laxitud bien preocupante, un laissez faire-laissez passe que apunta hacia una política que tiene de trasfondo el lucro. Los algoritmos de recomendación son diseñados para maximizar permanencia y clics, lo cual amplifica el alcance de estos contenidos, incluso cuando infringen normas de uso.

Por otro lado, investigar estas dinámicas impone un ritmo acelerado. Mientras se difundía el primer estudio, ya estabamos explorando hacia donde orientar la investigación contando, para ello, con el respaldo de la Iniciativa Global sobre Polarización de la Fundación Ford.

Una primera vertiente fue ampliar las alianzas con otras instituciones. Además de Estados Unidos, hemos iniciado alianzas estratégicas con instituciones latinoamericanas y europeas. Entre estas últimas, están los acuerdos iniciales con María Luengo de la Universidad Carlos III de Madrid quien coordina la red europea de especialistas DepolarisingEU, el convenio con el Institute for Integrated Transitions que dirige Mark Freeman desde Barcelona, y el proyecto que encabeza Rafael Prieto-Curiel en el Complexity Science Hub de Viena.

Esto nos lleva a la segunda parte de la investigación sobre TikTok. En octubre  de 2025 una delegación del Seminario sobre Violencia y Paz y de Asociación Civil Diálogos de Guatemala  trabajará con las contrapartes del Complexity Science Hub en Viena. Aprovecharemos la oportunidad para presentar públicamente la segunda fase de la investigación sobre el uso que hace el crimen organizado de TikTok.

Es necesaria una precisión. No deseamos satanizar plataformas que pueden también ser espacios de creatividad, humor y educación. Pero sería ingenuo ignorar que se han convertido en uno de los principales instrumentos a disposición de una delincuencia globalizada. Y en ella encontramos un proceso sistemático de captación de nuestra juventud. En el fondo, estudiamos qué narrativas de éxito y pertenencia circulan entre las nuevas generaciones.

Asumámoslo. El crimen organizado ofrece lo que el Estado muchas veces no logra garantizar:  pertenencia, reconocimiento, sentido de futuro. Mientras no tengamos alternativas creíbles, un video de TikTok seguirá siendo más persuasivo que cualquier discurso oficial.

De ahí que el problema no pueda reducirse a seguridad o policía cibernética. Lo que está en juego es una disputa cultural por la juventud. Necesitamos políticas públicas que hablen su lenguaje, proyectos comunitarios que ofrezcan identidad y espacios donde ser parte de algo no implique ejecutar a alguien con una rafaga de AK47 o R-15. Urge un trabajo pedagógico en escuelas y familias: enseñar a reconocer los riesgos de esa “normalización” de la vida criminal disfrazada de entretenimiento.

No bastan medidas punitivas; hace falta imaginación política, sensibilidad cultural y, sobre todo, alternativas reales para los jóvenes que hoy, desde la soledad de una pantalla, reciben una invitación para sumarse a “la empresa”. La disputa por la juventud no se gana con balas ni prohibiciones, sino con proyectos de vida que compitan con la narrativa criminal.

Sobre los autores

Sergio Aguayo es profesor investigador de El Colegio de México desde 1977. Desde 2014 coordina el Seminario sobre Violencia y Paz. Desde ese año también está afiliado a la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Ha escrito docenas de libros y artículos académicos. Publica una columna semanal en Reforma.

Gerardo Arroyo Beristain es politólogo y consultor en comunicación política. Profesor en la UNAM, ha trabajado en campañas, estrategias digitales y proyectos sobre democracia, violencia y derechos humanos, vinculando academia, comunicación y acción pública. Analista del Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México.

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